El rugido del motor se apagó, Raúl recogió del interior del vehículo sus pertenencias y su mirada se detuvo un instante en el piloto de la reserva de gasolina, que se se mantenía encendido desde hacía ya varios días. Con decisión y en un caminar en busca de confianza, fue acercándose esperanzadamente a la puerta de aquella nave de la fábrica ubicada en un polígono industrial a las afueras de Madrid.
Confuso, se detuvo frente a la puerta, ya que no había picaporte ni timbre alguno. Al cabo de unos segundos, mientras observaba las opacas cristaleras, la puerta se abrió y dejó, ahora a la vista, el rostro de una mujer sobre un mostrador situado al fondo. Le invitó a pasar y a sentarse directamente en unos sillones que se ubicaban al lado de un gran árbol de navidad decorado.-¡Buenos días! Vengo a una entrevista con Juan Luis.- dijo Raúl educadamente-
-¡ Buenos días! ¿Eres Raúl verdad? - preguntó la recepcionista- Siéntate en aquellos sillones mientras aviso a Juan Luis.
Aquel recibidor con forma rectangular era enorme. Se sentó a esperar mientras aquella mujer notificaba su llegada por teléfono. Desde dentro se dio cuenta de lo vacío que se encontraba el recibidor, apenas el mobiliario de oficina de aquella trabajadora y los decorados de navidad. Aquel ambiente le resultó un tanto extraño, añadido a la confusión que ya sentía. Los ventanales si dejaban ver desde dentro y fue entonces cuando se dio cuenta de como la puerta podía haberse abierto por arte de magia. Afuera en las esquinas, se encontraban dos cámaras que enfocaban directamente a la puerta. Pasaron los minutos y su reloj marcaba más de un cuarto de hora de espera en aquel sillón. Una especie de pulverizador automatizado, distribuido por todo el techo, acabó con aquel silencio.
- No te preocupes, es un ambientador desinfectante. - dijo la mujer rápidamente al darse cuenta de la reacción de Raúl-.
Se calmó, y aprovechó aquella continuada espera para acomodar su camisa y pantalones. Ató los cordones de su zapato izquierdo y con un pañuelo limpió las gotas que habían caído sobre sus zapatos. Entonces, fue avisado por la recepcionista para que fuese a una de las dos salas que se encontraban al cruzar otra puerta, cerca de ella, la cual se abrió automáticamente. La sala se encontraba abierta, y dentro, en el extremo de una mesa larga se sentaba Juan Luis, el director de recursos humanos de la empresa. La otra silla, vacía, estaba situada en el otro extremo, el más próximo a la puerta. Raúl se acercó a tenderle la mano, pero éste únicamente le invitó a tomar asiento. A pesar del frío invernal, las ventanas se encontraban abiertas, y le recomendó no desprenderse del abrigo. Tomó asiento incómodamente.
Al terminó de la entrevista, dieron un paseo por las instalaciones. Raúl se sintió esperanzado, ¿quién mostraría sus instalaciones a un candidato si no es para contratarlo? - pensó- . Terminaron en los vestuarios y fue allí donde entablaron la última conversación.
-Bueno Raúl, de entre todos los candidatos, has sido el más adecuado para nuestra vacante. - dijo Juan Luis seriamente-. Pensamos en que puedas incorporarte la semana que viene, si estás conforme.
-Si, por supuesto. - dijo Raúl-.
-Se me olvidaba comentarte que aquí seguimos un plan de higiene exclusivo. Los trabajadores deben ducharse antes, durante y después del turno. - volvió a comentar seriamente Juan Luis-.
-Esta bien, no hay problema. - dijo Raúl-.
-De acuerdo, contactaremos contigo para concretar el día de incorporación.- dijo Juan Luis mientras caminaban juntos hacia la salida-.
Una confusión emocional invadió a Raúl, no sabía muy bien el porqué de aquel protocolo, pero estaba alegre después de que lo seleccionaran. A los pocos días, recibió aquella llamada comunicándole que se presentara al día siguiente en el horario laboral. Llegó allí a las seis de la mañana y tras entregarle la ropa de trabajo y equipo de seguridad propio del puesto, fue junto con Juan Luis dirigiéndose a un laboratorio de medición de piezas fabricadas.
-¿Ya te has duchado verdad?- le dijo Juan Luis nerviosamente-.
-Si, pero lo hice en casa. - dijo Raúl con desconcierto-
-No, eso no es lo que dice el protocolo Raúl, acuérdate, debes de cumplirlo. Antes, durante y después de la jornada. Y tiene que ser aquí. - le comunicó en tono desagradable-. Espero que no se vuelva a repetir.
Allí le presentaron a Jaime, el técnico encargado del laboratorio. Estuvo durante toda la mañana repasando una cantidad inmensa de piezas que se habían fabricado erróneamente la semana anterior. Estuvo destinado a aquella tarea rudimentaria y aburrida durante toda la mañana. De repente sonó una sirena. Vio como algunos de los empleados se marchaban. Entonces supo que era la hora de seguir el protocolo, aquella absurda ducha en mitad del turno. - ¿Cómo puede producir una empresa con éste despilfarro de tiempo? Además no tiene ningún sentido, no trabajan ningún o material contaminante o tóxico - pensó.
-¿Ya te han explicado el protocolo? Tenemos que ir a ducharnos a mitad de la jornada por turnos.- dijo Jaime-
-¿Pero porqué?- dijo Raúl-
-Verás, Juan Luis es alguien muy precavido con el tema microbiano. Y se preocupa de que todos los trabadores estemos seguros. - dijo Jaime-. Me imagino que tú vendrás en mi turno si te han puesto conmigo.
Raúl, confuso, continuó con aquella tarea que parecía no tener fin. Al cabo de un cuarto de hora, sonó otra sirena, y vio como los que se acababan de ir, regresaban. Podía notar cierto descontento en algunas de esas caras. Jaime y él se marcharon uniéndose al grupo. De pronto Raúl sintió no estar de acuerdo con aquel protocolo -¡Esto es un completo absurdo! Esperaré a que pase el tiempo sentado, sin más.- pensó. Se quedo a fuera, en un banco que había a la entrada de los vestuarios. Su asombro incrementó al darse cuenta que en las paredes de los corredores que conducían al vestuario, estaban repletas de carteles con mensajes de concienciación sobre la higiene personal, justificándose en todos y cada uno de ellos que era por un bien común. Su mirada se apartó de aquellos carteles mientras algunos salían del vestuario y le miraron con rostros ofendidos y sorprendidos, otros simplemente se marchaban sin más. Raúl se incorporó y volvió a su puesto entre los carteles, aquella zona quedó completamente vacía.
Una vez dentro del laboratorio, le esperaba Pedro, el jefe de taller. Se presentó con un trabajo de más urgencia para Raúl, de modo que lo siguió, recorriendo la nave por un carril delimitado por dos franjas amarillas. Dieron un giro a izquierdas, pasando al lado de las máquinas de café y refrescos que estaban al lado de un pequeño almacén de repuestos donde se ubicaba una pequeña máquina de grabado láser. Pedro le instruyó brevemente sobre el funcionamiento de aquella máquina. Colocó rudimentariamente unas piezas metálicas con el objetivo de apoyar sobre éstas las piezas a grabar. Había tres gavetas rectangulares llenas de unas piezas cilíndricas, y con el aquel grabado terminaría el proceso productivo. Hizo un par de pruebas para que Raúl aprendiera el simple funcionamiento.
-¿Has comprendido como funciona? - le pregunto Pedro-.
-Si, es sencillo, apoyar las piezas y dar al botón. No tiene más misterio- dijo Raúl confiado-.
-Esta bien, pero acuérdate de no apoyarlas con fuerza, o desplazarás los apoyos. - dijo Pedro-.
Raúl retiró las piezas ya grabadas y colocó las seis siguientes, puesto que así lo había diseñado Pedro. Tras grabar cinco lotes, los apoyos se movieron, Raúl no se dió cuenta y el grabado fue levemente defectuoso. Fue a buscar a Pedro.
-Pedro, ha salido mal, he movido sin querer los apoyos. ¿Puedes pasarte por la máquina?- dijo Raúl -.
-¡Maldita sea! Si te he preguntado si lo habías comprendido y me has dicho que sí, ¿tan difícil es? - dijo Pedro con cierta ira-.
-No es para ponerse así - comentó Raúl, y aquellos que presenciaban la escena dentro de la pequeña oficina se quedaron en silencio, asombrados-.
-Ahora voy – respondió Pedro con desagrado-.
Raúl se encaminó de vuelta a la máquina y allí esperó a Pedro. Tras su llegada, Raúl aguantó el sermón de Pedro durante varios minutos en silencio, mientras éste volvia a calibrar la máquina con los apoyos. Cuando Pedro terminó de calibrar la máquina, intentó recuperar las piezas defectuosamente grabadas, puesto que se notaba muy levemente. Pretendía grabar un lote más para asegurarse antes de marcharse. Fue entonces cuando, colocando las piezas, Pedro movió los mismos apoyos que había movido Raúl. El rostro de Pedro se enrojeció, y no dijo palabra alguna, sin embargo, Raúl, que se encontraba detrás, dibujó una pequeña sonrisa en el suyo. Pedro volvió a calibrarla y se marchó. Raúl terminó aquella tarea sin más imprevistos.
Era la hora del descanso, el comedor recibía a los empleados por turnos, en la misma disposición que lo hacían para ducharse. Cuando Raúl entró, se quedó perplejo. Las mesas estaban separadas de manera que no podían sentarse a almorzar en compañía, ni siquiera era posible entablar una conversación. Sintió una profunda pena y decepción ante ese escenario inhumano, los carteles también se encontraban allí.
Raúl pasó el resto de la semana terminando de repasar aquellas piezas defectuosas en el interior del laboratorio de medición.
Llegó la última semana de trabajo antes de las vacaciones de Navidad. Raúl cambiaba de puesto y se encontraba esta vez entre las máquinas de producción. Se dedicó a realizar simples tareas que no requerían ningún conocimiento ni experiencia previa. Cuando la ocasión lo permitía entablaba conversación con los compañeros más cercanos, había congeniado muy bien con Lucas, ambos vivían en el mismo distrito residencial de Madrid, incluso fueron a la misma escuela de formación profesional, sólo que en distintas promociones.
-Lucas, ¿y tu que opinas de todo este supuesto protocolo de higiene personal? - preguntó Raúl.
-Esto es un auténtico absurdo. - le respondió Lucas-.
-¿Pero lo cumples? - le volvió a preguntar Raúl-
-Si – le contestó Lucas acompañando sus palabras a un rostro apenado.-
-¿Entonces? No entiendo porqué lo cumples si te parece absurdo- le dijo Raúl confuso-.
-Verás... Yo soy el cabeza de familia... y estamos pasando una situación económica difícil... no me puedo permitir que peligre mi renovación de contrato. - contestó Lucas con resignación-.
-¿Es capaz Juan Luis de hacer eso? - le preguntó Raúl impresionado-
-Si, de echo antes de que tu entraras, no renovó el contrato a varios compañeros por incumplir el protocolo. Por mucho que quieras ocultarte, se acaba corriendo la voz. -volvió a contestar Lucas con resignación.-
Después de la conversación, Raúl se marchó al almacén a recoger herramientas nuevas, las de la máquina se encontraban desgastadas. Entonces entendió algunas miradas. Incluso dos superiores le habían interrumpido en su tarea, para recordarle que tenía que cumplir con el protocolo. Raúl no daba crédito a lo que veía, llegó a expresar por primera vez a un superior su resignación ante el protocolo. La sorpresa en sus rostros no se hizo esperar y la conversación finalizó bruscamente. Raúl continuó con su tarea. Juan Luis aparecería más tarde por la nave y se reunió con directamente con sus superiores. Después, un compañero interrumpió el trabajo de Raúl, y le indico que fuese a hablar con Juan Luis, que lo estaba esperando.
-¡Hola Juan Luis, que tal! - dijo Raúl nervioso-
-Bueno Raúl, no vamos a seguir contando contigo, recoge tus cosas y deja la ropa en tu taquilla. - dijo Juan Luis bruscamente, con el mismo sentimiento de una piedra-.
-Pero si todavía me queda un día de contrato, además ¿Cuál es el motivo del despido? - dijo Raúl impresionado-.
-No, es que mañana es el último día y sólo vienen las limpiadoras, no va a ver nadie trabajando así que no merece la pena que vengas. - dijo Juan Luis, y Raúl pudo sentir su nerviosismo ante aquella respuesta improvisada.- No nos has parecido lo suficientemente productivo. - volvió a notarse rapidez y nerviosismo en su tono de voz. Pero Raúl sentía impotencia e injusticia, puesto que nadie le había llamado la atención previamente sobre su trabajo. Sentía que ese no era el motivo de su despido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario